Hace unos días me prestaron una tablet genérica para jugar con ella y adentrarme un poco a lo que es Android en dispositivos no-telefónicos. Si bien el gadget de dudosa procedencia que me facilitaron es interesante, la combinación de todo el Hype alrededor de Android y fabricantes de mala muerte me dejaron un mal sabor de boca por todas las promesas de cambio que hizo Google respecto a Android.
Estéticamente la tablet se sentía demasiado sólida y bien construida para no tener nombre ni apellido. Con un cuerpo metálico cromado y fijada en un estuche ejecutivo de cuero a simple vista parece una agenda ejecutiva tipo Filofax común y corriente que no llama la atención en el metro o la calle, pero cuando la abres tienes toda la tecnología del siglo XXI en tus manos. Esto es especialmente útil para quienes queremos usar nuestros gadgets en la vía pública sin temor a llamar la atención de los amigos de lo ajeno o teniendo que hacer una barricada a nuestro alrededor para revisar el correo. Si le sumas el USB Host y salida HDMI con una autonomía decente -pero no espectacular- estamos ante la máquina ideal para realizar presentaciones en terreno, ver películas con la polola o copiar el power point que debemos estudiarnos del pendrive de algún compañero sin llenarnos de virus. Lamentablemente me topé con un problema: el soporte.
Uno de los cuentos que utilizó Google para crear hype alrededor de Android fue que es un sistema operativo libre, por lo que los usuarios finales tendrían control total sobre el teléfono y finalmente podríamos hacer de nuestros gadgets lo mismo que hacemos con nuestros notebooks o desktops: lo que nosotros queremos sin tener que tragarnos el bloatware o las aplicaciones «recomedadas» de los operadores móviles o fabricantes como Movistar, Claro, Dell, Acer o HP.
El problema de esa promesa es el mismo que ha tenido Linux y todos los otros sistemas operativos libres del mercado: Drivers. Claro, el sistema operativo es libre, pero los drivers de la máquina no por lo que modificar el sistema operativo es extremadamente difícil. El mercado está fragmentado y si bien con un equipo popular puedes encontrar más fácilmente un firmware para tu tablet, teléfono o lo que sea aún es necesario «rootearlo» (ganar acceso como administrador en el equipo) o realizar pasos que si bien no dañan tu equipo legalmente invalidan tu garantía.
¿A qué viene todo esto? Bueno, dicha tablet que probé tenía serios problemas en la pantalla táctil, teniendo que prácticamente apuñalarla para hacerla funcionar, lo que hacía imposible utilizar cualquier juego que no fuera por turnos y limitaba el uso de la tablet a un dispositivo para navegar por internet, escuchar música y controlar Songbird cuando vas al trono y buscas algo de inspiación. Actualizarla fue un parto y sin documentación no oficial por parte de modders no habría sido posible.
Sin duda alguna este es un problema más propio de los fabricantes que de Google, los que muchas veces abandonan el soporte para sus equipos como sucedió con el smartbook Airlife A-100 de HP que quedó con Android 1.6 para siempre y tan sólo 128MB para instalar apps (aunque en la práctica tenías como 60 megas para tí). De lo que sí culpo a Google es de manipular a las mentes ignorantes con que Android es un ecosistema abierto, que la experiencia Google es casi tan buena como meterse drogas y que un teléfono con Android lo puede hacer todo cuando la experiencia real es que si no compras un equipo popular tus opciones para modificar el OS a tu antojo son nulas (a diferencia de Linux o Meego) y entre los rooteos mas el bloatware de los operadores moviles y fabricantes ya no sabes si compraste un teléfono con Linux o una multitienda te estafó con una máquina al estilo «Mi Primer PC».
¿Estoy diciendo que Android es un mal sistema operativo? Para nada. Es rápido como una bala, tiene una base de desarrolladores gigante y si no tienes dinero para comprar el juego más hot de la temporada siempre aparecen clones de dudosa calidad en el Android Market para -al menos- entender la mecánica del juego y demases. Sólo les pido que la próxima vez que saquen su teléfono piensen dos veces si Android de verdad es «abierto» o si es lo mismo -en la experiencia final- que usar WP7, iOS, Symbian o algún otro OS privativo antes de rejurgitarme el discurso de que es el sistema abierto lo que convierte a Android en la panacea.
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