Esto es de película. Cierra los ojos, activa tu software de reconocimiento de texto preferido, e imagina lo siguiente. En un típico día, en una típica feria, te encuentras hablando a través de tu súper dúper cachilupi iPhone 3G. De pronto, llega el siempre nefasto y típico lanza ladrón y no duda en quitarte de las manos tu gadget estrella. Entras en desesperación, y a tu correo (no me preguntes como, pero rápidamente revisas tu email desde otro lado) empiezan a llegar fotos de un mocoso en plena sesión de autoretratos pokemon-fotologueros.
¡Eureka! Gracias a que seteaste tu iPhone para que todos los correos que envíe el aparato se re-envíen a tu correo alternativo, tienes una copia de cada movimiento correístico que haga el ladrón con tu teléfono. Con las fotos del delincuente juvenil en tu poder, las difundes por los sectores más reconditos de la web (Consumerist para el protagonista de la historia, MadBoxPC si esto te ocurriera a ti) y empieza una cacería despiadada a través de las redes sociales más populares (Léase Facebook, Hi5, Twitter). Créanlo o no, se identifica al niño más buscado de la internet (por lo menos por ese rato) y comienzan las extorsiones al más puro estilo CSI para finalmente llegar a un acuerdo y recuperar el iPhone, a cambio de que retirar todas las fotos del prospecto a lanza. Ahora, ¿Cuánto demoró esto? Nada más, ni nada menos que exactos 55 minutos. ¿Tecnología de punta? ¿Un ladrón muy, muy amateur?
¿Sirve la tecnología para prevenir la delincuencia y proteger nuestros bienes o eso sólo ocurre cuando nos enfrentamos a un ladrón muy estúpido?