Esta semana vimos como Gainward comenzó a sacar los trapos sucios al sol y se está formando toda una teleserie por Internet sobre si Gainward está arriesgando la estabilidad de sus productos para obtener un margen de ganancias mayor, lo que puede costarles un cliente para toda la vida.
Todas las empresas hacen cosas «inhumanas» que van desde sacar todas las sillas de la oficina y obligar a los empleados a caminar rápido -o de lo contrario sonarán las alarmas a lo 1984- hasta fábricas donde los esclavos empleados trabajan en condiciones paupérrimas para ahorrar esa fracción de centavo que por economía de escala se transforma en un par de millones, el problema es que todos esos pequeños ahorros terminan afectando al consumidor de una u otra manera.
Cada vez que compramos un producto y éste no cumple con las espectativas nos frustramos un poco. Cada vez que tenemos una queja legítima sobre el servicio post venta que nos da una tienda y nos pasan a llevar nos cerramos un poco más. Cada vez que compramos entusiasmados una pieza de hardware o un software que promete hacer maravillas y es justo lo que esperábamos pero en realidad es una porquería siempre habrá alguien dispuesto a burlarse de nosotros por haber caido en esa promesa que terminó siendo estafa. Cada vez tenemos más miedo a arriesgarnos con algo nuevo o distinto.
Pero a medida que nos cerramos también nos entregamos más a las empresas que nos dan confianza, al médico de la familia o somos quizás nosotros mismos nos convertimos en el profesional de confianza para una familia. Dicen que el segundo matrimonio es el triunfo del optimismo sobre la experiencia, y esto se aplica a todos los campos de la vida. El tragarnos nuestro orgullo y miedo para arriesgarnos a comprar el producto de la compañía X es un gran acto de confianza que muchas veces pasa desapercibido, a veces tanto que las compañías olvidan que deben tratar con respeto a sus clientes y empiezan a caer en fallas como no responder por las baterías explosivas, no pagarle a los desarrolladores o incluso lanzar drivers que se roban la información de tu cuenta de WoW. Cada vez que una empresa traiciona la confianza con el cliente el miedo crece un poco más y menos confianza se tiene en la marca o el rubro en general.
Pero las empresas avaras no son los únicos malos acá y como consumidores debemos aceptar parte de la culpa. Muchas veces nos vamos por quien ofrece el precio absolutamente más barato, aunque lo ahorrado no nos sirva ni para la micro y en tiempos de crisis tendemos a votar con la billetera en vez del corazón. Nos quejamos de las condiciones de trabajo de sus empleados, la mala calidad del producto o de cómo la competencia ofrece un precio más barato y olvidamos que para obtener ese precio hay que cortar costos por alguna parte.
Las cosas pueden ser buenas, bonitas o baratas, y sólo podemos elegir dos de esas cualidades. Con qué se quedan ustedes?