Como si el miedo a ser violado por tentáculos no fuera suficiente para quitarme las ganas de ir a la tierra del sol naciente ahora tengo otro motivo: Los japoneses bajan tanto porno en sus teléfonos -presumiblemente mientras van en el metro o similares- que los operadores móviles están viendo qué hacer para que no boten la red.
La industria del porno por otro lado está contentísima con la cantidad de ganancias que las descargas móviles están entregando. A diferencia de nuestro continente a lo gran hermano, en Japón no hay sistemas de traffic shapping, por lo que los operadores no pueden saber qué tipo de contenido se trafica por la red, aunque suponen que la mayoría son películas que incluyen contenido adulto.
Hasta que los nipones no encuentren solución a sus problemas de desahogo sexual tendrán que conformarse con lentitud de las redes durante las horas pico o caidas totales a media noche debido a la práctica de echarse una antes de dormir tal como dice e ilustra el libro del buen vivir japonés.